Como vivir congelada
Sentirse sola, como vivir congelada en medio de la gente, era para Isabella un invierno perpetuo en el que las palabras de los demás eran ráfagas heladas y los rostros a su alrededor eran copos de nieve que se desvanecían antes de poder tocarse. Cada día, caminaba entre las multitudes como una sombra que se desliza por un paisaje nevado, donde la blancura de la indiferencia envolvía su mundo. Sus días eran un eterno amanecer gris, donde las risas ajenas resonaban como ecos distantes y las conversaciones se desvanecían en el viento helado de la soledad. Isabella se sumía en la paradoja de sentirse rodeada y, al mismo tiempo, aislada, como si el frío de su propia tristeza creara una barrera infranqueable. Las conversaciones eran como ventiscas que pasaban por su lado, llevándose consigo cualquier intento de conexión. Aunque compartía el mismo espacio con aquellos que se llamaban amigos, la brecha entre ellos se ensanchaba como un abismo glacial. Los abrazos eran como caricias de hielo, y...