El mundo de las hadas
Hace tiempo, mucho tiempo, en el cuarto reino de las hadas donde habita toda clase de ser extraño, de los cuales no abras escuchado hablar, ni podrías imaginar.
Hace siglos, en el golfo de los antílopes donde ocurrió un romance entre un hada del viento y entre una hada del cielo, entre Darku y Atlanta, se interponían dos reinos que aunque pueden parecer parecidos son muy diferentes, pero el amor entre ellos es mucho más fuerte que cualquier barrera, cualquier persona o cualquier mundo.
Todo empezó en el entérico mundo de las hadas. Un día oscuro y frió en el cual se podía contemplar el cielo de un color azul pálido y con las manos podíamos acariciar el viento que con sus frías brisas no dejaban de tambalear los árboles que cautivadoramente se escondían entre sus mismas ramas, los pegasos volaban despavoridos por el viento, y los unicornios corrían apresuradamente por la lluvia.
Os hablo de la cuarta dimensión en la cual no se distingue lo real de lo irreal, lo grande de lo pequeño o lo extraño de lo peculiar.
Allí los habitantes no solamente se fijan en lo exterior sino en el interior.
Los gnomos se pueden caracterizar por su inteligencia, perspicacia y gran sentido del humor, de formular enigmas en los cuales o las adivinas o tu vida solo es cuestión de tiempo.
Las hadas del cielo son extraños seres que forman ese telón blanco-azulado, se caracterizan por su bondad y su belleza, tienen unas alas transparentes con las cuales se caracteriza su nombre o como a allí lo dicen su apodo, porque para ellos es tema es muy importante y nadie a de tener uno igual.
Los hadas del viento son jóvenes, simpáticos y muy atletas. Se distinguen de las hadas del cielo en que ellos no tienen alas, llevan vida de campo y un gran odio al reino volador. Es ahí donde se encuentra la frontera entre Darku y Atlanta.
En este fascinante mundo, Darku, el joven hada del viento, y Atlanta, la espléndida hada del cielo, se encontraron en medio de la agitación del Golfo de los Antílopes. La historia de su amor desafiaba las leyes y las fronteras, pues pertenecían a reinos distintos, donde los elementos que regían sus vidas chocaban como tormenta en la noche.
Darku, con sus risas y travesuras, recorría los campos verdes y danzaba con la brisa que susurra entre las hojas de los árboles. Su vida en la tierra era un constante juego, y su corazón latía al ritmo de la naturaleza que le rodeaba. Detestaba el cielo, el reino de Atlanta, considerándolo un lugar lleno de vanidad y altivez.
Por otro lado, Atlanta, con sus alas etéreas y su luminosa presencia, surcaba los cielos en compañía de los pegasos y las nubes esponjosas. Su hogar celestial era un paraíso de belleza, pero ella anhelaba algo más, algo que le faltaba entre las estrellas. En sus noches solitarias, sus ojos se posaban en la tierra, donde intuía la presencia de Darku.
Fue en un día oscuro, cuando el cielo y la tierra se fundieron en un abrazo de tormenta, que Darku y Atlanta se encontraron en un claro del bosque. Las miradas se entrelazaron, y en ese momento, el tiempo se detuvo. El hada del viento y la del cielo, dos seres destinados a no mezclarse, encontraron en sus corazones un lazo que desafiaba todas las expectativas.
La frontera entre Darku y Atlanta se volvió un rincón secreto donde sus encuentros clandestinos florecían como flores nocturnas. Los gnomos, testigos de este amor prohibido, decidieron no intervenir, pues en su sabiduría entendían que el verdadero poder del amor radica en su capacidad para romper las barreras más impenetrables.
Los días pasaron, y el amor entre Darku y Atlanta creció en fuerza y profundidad. Aunque los habitantes de ambos reinos sospechaban de este vínculo prohibido, nadie se atrevía a interferir. La magia de su amor transformó la frontera en un puente, uniendo dos mundos que parecían opuestos.
La historia de Darku y Atlanta se convirtió en una leyenda en la cuarta dimensión de las hadas, recordándoles a todos que el amor verdadero no conoce límites ni fronteras, que puede trascender cualquier obstáculo, incluso los cielos y los vientos que intentaban separarlos. En su amor, Darku y Atlanta encontraron la verdadera esencia de la magia que habitaba en sus corazones, demostrando que en ese reino de lo desconocido, el amor siempre encuentra su propio camino.
El camafeo de la leyenda
Hubo una vez un camafeo que triangulaba la imagen de este amor prohibido. Este pequeño objeto, tallado con exquisitez en hueso de dragón, tenía la peculiar capacidad de capturar instantes y emociones, encerrándolos en sus facetas triangulares. La leyenda de Darku y Atlanta se fusionó con la esencia de este camafeo, que se convirtió en el custodio silencioso de su historia.
Cuentan que cada vez que el camafeo era sostenido en las manos de un observador, las facetas reflejaban destellos de dos mundos entrelazados. Los ojos curiosos que contemplaban las imágenes trianguladas quedaban cautivos por la magia de un amor que desafió las barreras dimensionales.
Los gnomos, seres sabios y astutos, descubrieron el camafeo y reconocieron su poder. Decidieron, con respeto y cuidado, conservar este tesoro en el corazón del Bosque Encantado, donde la magia fluía como un río etéreo entre las raíces de los árboles ancestrales.
La fama de este camafeo se extendió más allá de los confines de los reinos de Darku y Atlanta, llegando a oídos de seres de todas las dimensiones. Los curiosos y los soñadores, atraídos por la promesa de un amor mágico, se aventuraban en el Bosque Encantado con la esperanza de vislumbrar las facetas trianguladas que narraban una historia única.
En noches de luna llena, cuando el brillo plateado del astro iluminaba el Bosque Encantado, los susurros de la leyenda se intensificaban. Cuentan que aquellos de corazón puro y mente abierta podían escuchar risas leves y melodías susurradas entre las sombras, como si Darku y Atlanta continuaran su danza eterna en la frontera de los reinos.
El camafeo, ahora convertido en un símbolo de amor inquebrantable, se convirtió en el faro de los románticos y soñadores. Los amantes desafiaban las barreras del tiempo y del espacio para buscar el Bosque Encantado, donde el camafeo triangulaba las imágenes de un amor que, aunque prohibido, trascendía las dimensiones conocidas.
Así, la leyenda del camafeo se convirtió en un recordatorio eterno de que, en el reino de lo mágico, los límites del amor son tan ilusorios como las sombras danzantes bajo la luz de la luna. Y mientras el Bosque Encantado siga en pie, la historia de Darku y Atlanta resonará como un eco eterno, atrapado en las facetas triangulares de un camafeo que guarda la esencia misma de un amor que desafió la realidad.
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