El rincón de lo inexpresable

A veces desaparecía y viajaba a un lugar donde parte de mí jamás regresaba, quizá porque no era mío. Era un rincón del alma al que solo podía acceder en esos momentos de introspección profunda, cuando me sumía en el abismo de mis pensamientos. 

Lugar sin guías aparentes, sin medidas ni alturas. Lugar de dudas. Era un espacio suspendido en el tiempo y el espacio, donde las certezas se volvían nebulosas y las incertidumbres se multiplicaban. 

Conectar con un silencio que quizá durara por siempre y que nadie entendiera. En ese lugar, el silencio era un compañero constante, un silencio que parecía ser la voz de lo inexpresable, un lenguaje que solo yo podía comprender.

Donde el dolor no sabes si existe, o si te reconoce, pero se muestra del mismo color que todo. El dolor, si es que existía allí, se mimetizaba con el entorno, se convertía en parte de la misma tela de la realidad, y era difícil discernirlo de la paz que también habitaba en ese lugar.

No sabría explicar, categorizar, atrapar o recluir algo más del lugar. Pero permanece atento y apacible. Era un rincón que desafiaba cualquier intento de definición o limitación. Solo podía experimentarlo y dejarme llevar por sus misterios.

Recostado, si aspiras con intensidad intentando recobrar un eco de respuesta obtendrás un olor irreconocible y lento. Era como si el lugar tuviera sus propias leyes físicas, y una simple respiración podía revelar secretos ocultos. El aroma que emanaba era un recordatorio de que lo desconocido a menudo tiene su propio perfume, sutil pero penetrante.

Te hará creer que sabes qué es y te mantendrá en sosiego hasta la desesperación. En este lugar, la ilusión de entendimiento podía ser tan reconfortante como desafiante. Te invitaba a creer que tenías respuestas, solo para desafiar esas creencias en el siguiente suspiro.

Volver o no podía depender de ti o parecerlo. Agarrar lo que no querías dejar y lo que olvidaras que llevas. Puede sacudirte y mecerte al mismísimo tiempo. Puede. La elección de regresar a la realidad era tuya, pero a menudo el regreso era tan confuso como el viaje en sí. Era como si parte de ti quisiera permanecer en ese rincón etéreo mientras otra parte ansiaba el retorno a la vida cotidiana.

Intenta recobrar los sentidos, recuerda cómo fluyen y como quieres volver. Vuelve. Con el tiempo, aprendí a navegar por ese enigmático rincón de mi mente, a encontrar un camino de regreso a la realidad cuando lo deseaba. Pero siempre supe que ese lugar especial, con todas sus incógnitas y maravillas, seguía ahí, esperando, en el misterio de mi propia existencia.

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