En la sombra suave, un bonsái descansa, raíces antiguas que cuentan historias de tiempos remotos. Cada hoja es un susurro, cada rama, un camino, trazando en silencio el paso de los años. La tierra lo sostiene, firme y serena, mientras el viento acaricia sus formas diminutas, sintiendo en su esencia la quietud del universo.
La mano danzaba, brillaba, resurgía atravesándolo todo. Tenía que volver, que llegar.. ¿tenía? pero al volar no sentía nada de libertad.. ni diversión, ni tranquilidad. Sentía paz y prisa.. y seguridad y silencio.. y el resurgir del principio de la guerra más primitiva.. de la paz y de la prisa. Vio que no sentía nada. Ni calor, ni alegría, ni miedo.. la noción del tiempo quedaría atrás. No era seguridad de nada, no era esperar nada.. simplemente una fuerza que conducía a hacer.. a volar, a atravesar más bien. Ni aire, ni sosiego. Sólo rapidez, claridad de nada visto, de nada al acto. Pero esa paz lo convertía en necesario. Sin saber sí la lucha, la danza entre aquellas nubes a la rapidez de los movimientos llegaría a un final.. o a un principio. Dada una u otra.. la mano lo había escrito.. dentro de eso que atravesaba.. dentro de ella misma, de sus ojos, su tiempo que aún no es suyo, su recuerdo futuro, su dogma, su ella y sus dudas. Escoltada solo tan a so...
Todo el día tu y otra vez tu, una secuencia terrible, una imagen quema tal vez, emerge sin querer no preciso buscarlo, pensarlo, decirlo, desearlo, llamarlo. Acariciar tu pelo y besar tu nuca unirnos, sin más a diario, tal vez. Posado en alguna parte. Y así es como no es: recto, seguro, sensible, roto del todo? Ansío que no, que sólo un tomo, o dos, tentando a mi diligencia, mi implicación, hacia la más enajenada duda y fin donde el tiempo se rompe. Es portal de placer deseado lo que recorre la linea de alguien que se enciende sin aviso en su voz cercana: es armonía vitruvia de un voraz rostro, las imágenes que pueden no pasar jamás por apetecible y deseado. Yo lo dirigí hasta la torpeza más profunda y no lo arreglo si no que me arropan tantas cosas que no sé: vi deseo y luego viento por aquel susurro gritado mi espiral de dolor cruel y real. No vi sino el atisbo. De igual manera que no.
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